Los que me conocen hoy se quedan atónitos cuando les digo que yo era una persona incapaz de decir nada en ninguna parte, era muy tímida, siempre tenía algo que decir (muy interesante) pero solo se enteraban algunos muy allegados (a los que no tenía pena de contarles lo que pasaba por mi cabeza). Siempre fui halagada y reconocida por distinguirme en actividades deportivas, por lo que escribía en mis trabajos, por la presentación de mis proyectos y por las conversaciones íntimas con familiares y amigos pero era un acto privadísimo, si súper exclusivo y la verdad a mi me gustaba que fuera así, pensaba mientras menos gente mejor, así estaría mas segura.
Pasaron muchas cosas, bastantes cabezazos, muchísimos, que no vale la pena contar porque los cabezazos duelen bastante como bien saben. Pero también choque, en mi loco nadar con gente maravillosa, quienes me dieron el empujón no sé si porque querían o porque no, pero me sacaban del camino o reorientaban mi rumbo al verse envestidos por mi nado vigoroso.
Son bastantes las personas, la primera jamás la olvidaré: mi amigo Oscar Sánchez, con el aprendí que el miedo esta bien, que es natural, pero que no me retrajera nunca por causa de el miedo. Oscar es un hombre hermoso, bondadoso, simpático, nunca egoísta, reconocedor del talento y peleón pero no se pone bravo jamás, siempre dispuesto a ayudar, me ayudó muchísimo, creyó en mi y me dio toda la educación que en sus manos tuvo, y yo le retribuía todo lo que él hacía por mi: aplique en el trabajo, todo, absolutamente todo lo que aprendí, con la idea de todos gozáramos los éxitos que definitivamente juntos alcanzamos, con Oscar comencé a facilitar, con él di mis primeras brazadas en la dirección de ayudar a los demás a aprender.
Mi compañera Yamilet Pérez fue clave, una mujer estupenda, diminuta en tamaño pero grandiosa en habilidades de comunicación, una chica que es pura energía que siempre estuvo a mi lado, ambas inventamos e hicimos cosas increíbles. Silvia Mirabent fue quien me enseño a fluir y a divertirme mientras facilitábamos, su tumbaó y ocurrencias. Sócrates, Sócrates, Sócrates un amigo que deseaba imitar, que me encantaba ver y que me encantaba que él quisiera que yo estuviera con él apoyándole, eso hizo que mi autoestima creciera, tan alta como él, hasta pretenciosa me puse, jamás estaré muy lejos de él me hace feliz que sea exitoso, me inspira cada vez que choco o busco intencionalmente chocar con él en mi nado, él me encanta.
En ese contexto o caldo de cultivo, apareció mi querido amigo Adrián, fui con él, enviada, ni siquiera sabía que él existía, fue un choque para siempre desde que lo vi por primera vez nunca me he separado de él. Con el aprendí a a nadar olímpicamente en la piscina olímpica, con las rayas en el fondo, las cabuyitas a los lados, con la técnica y el destino correcto. Adrián el mejor coache y mejor nadador en las artes de contribuir con el aprendizaje de otros. Con él nade y nade con gente especial, con diversos estilos, todos ganadores: Elio, Valentina, Javier, Mary, Maru, Alicia, Luis, Carlos, Jaqueline, Geraldina, Amancio, Lissette, Simi, Aixa, Mylene, Roberto. Puros campeones, gente valiosa, maravillosa, los mejores nadadores que jamás he visto, cada uno en su carril dándole duro con toda la pasión y el compromiso. Todos medallistas. Así aprendí a nadar profesionalmente.
Hoy facilitar es lo que mejor hago y lo seguiré haciendo, hasta que el cuerpo aguante y me encanta.
Gracias a todos,
MM