Muchas organizaciones que descubren la posibilidad de convertirse en una organización inteligente, se enamoran de la idea inmediatamente. Descubren que la energía de la gente está en la creación de un sentido o propósito compartido, y que el éxito del negocio está en “algo” que está mucho más allá de la sinergia de talentos y conocimientos. Comienzan a comprender que ese “algo” intangible es posible intervenirlo mediante una inyección educativa que produce el entusiasmo desbordado que resulta de los individuos que la conforman y que se sienten reconocidos con el proceso de aprendizaje otorgado por una empresa a la que fueron atraídos por alguna razón y del cual ya son parte.
El entusiasmo surge del proceso inicial de aprendizaje de la filosofía que sustenta a la Organización Inteligente y desarrollo de habilidades para encontrarse y conversar efectivamente, práctica que se posiciona en la consciencia y el quehacer colectivo y comienza a manifestarse de diversas formas. Individuos y grupos -de forma espontánea- se conectan e interactúan haciendo el trabajo de siempre de forma efectiva, diferente y divertida, el entusiasmo se contagia e inmediatamente alimenta una inmensa expectativa de que ALGO BUENO VA A PASAR: El progreso y la prosperidad compartida, y ya en el cenit del disfrute, algo pasa y se detiene. ¿A que se debe tal estancamiento? ¿A dónde fue toda la energía y entusiasmo? ¿Dónde está el propósito compartido que nos unió? ¿Dónde surgió el desencuentro con el sueño de ser esa Organización que Aprende?
Tristemente -aunque no en todos los casos- algunas organizaciones que emprenden este derrotero, pierden de vista que no es suficiente: el declararse organización que aprende, compartir el conocimiento sobre sustentar la estrategia de negocio en el aprendizaje y formar facilitadores en aprendizaje acelerado. Pocos se dan cuenta que para que la organización continúe comportándose inteligentemente, transformarse y reinventarse así misma, hace falta algo más que conocer un modelo, emocionarse con la idea y actuar dejándose llevar por el impulso espontáneo inicial.
Del período de estancamiento nace la duda colectiva de que ALGO BUENO PASARÁ y las manifestaciones de energía de cambio que una vez fueron se convierten en lentitud, decepción e incredulidad. Volver atrás a la inocencia ya no se puede, la organización tiene los ojos abiertos, iniciar de nuevo exigirá un esfuerzo e inversión duplicado porque ya la expectativa del futuro compartido fue respondida con enfriamiento lento y muestras claras de que el progreso y la prosperidad, si existió, fue solo para algunos. Los menos afortunados, seguros de que no funcionó, se confunden porque aun se sienten parte y no les gusta pertenecer al fracaso entonces como duele echarse la culpa así mismos, evitan la responsabilidad y optan porque el tema es mejor no tocarlo, ya no es sexy, divertido y entusiasta, ya nadie quiere ser identificado con eso y ni siquiera quieren hablar de eso, nadie quiere lucir enganchado con el pasado de un futuro porvenir que no fue.
Toda ésta dramática historia de amor y dolor intenta narrar como se pierde el anhelo colectivo de ser una Organización Inteligente.Esta historia de indiferencia al tema posee una carga de desánimo, el propósito compartido se olvida y los individuos se enfocan en la tarea que les toca perdiendo el sentido estratégico de su aporte personal al negocio, ellos ya no se buscan entre si y hasta en algunos casos se sabotean en el quehacer diario, algunos líderes organizacionales, en su decepción abandonan el barco buscando ese “algo bueno” en otro lado. El tema de organizaciones inteligentes cae en el olvido o sirve únicamente para criticar a aquellos quienes una vez compartieron y contribuyeron en crear la fantasía de un porvenir distinto.
Me detengo a leer lo que hasta aquí he escrito haciendo uso de mi pensamiento crítico, y me doy cuenta que ésta historia tiene que ver con todo tipo de organización, tiene que ver con: parejas inteligentes, familias inteligentes, escuelas inteligentes, instituciones inteligentes, ciudades inteligentes, países inteligentes, un mundo inteligente y me pregunto: ¿Qué tendrá de valioso el detenerse e invertir tiempo en contactar la tristeza y conectarme con ésta energía aparentemente indeseable e inconveniente?
Me auto respondo: Una cosa es ser triste y otra muy distinta sentir tristeza. La tristeza es una emoción que no es buena ni mala, solo es y es por alguna razón y con algún propósito. La tristeza vibra lenta y profundamente en nosotros y nos conecta directametne con nuestros anhelos, de allí que mucho del buen arte nace cuando el artista se dá el permiso de afectarse un tiempo por ella, para luego expresarse y crear la obra maestra que refleja sus anhelos mas íntimos con un sentido personal -que al final y paradójicamente- muestra lo que es común a todos: la simplicidad del “deseo” aquel donde coincidimos todos, el punto de encuentro con él otro.
El anhelo colectivo hecho expresión es la una oportunidad del encuentro conmigo mismo, encuentro con el otro y reencuentro con el entusiasmo, aquel que una vez, no sabemos cuando ni donde perdimos. ¿Qué se puede hacer entonces para retomar el tema de las organizaciones inteligentes? Hacernos responsables, pagar el precio, apreciar lo aprendido, reconocer nuestros recursos, levantarnos y con valentía ir tras nuestros anhelos cualesquiera que ellos sean con determinación y… ¡Oh sorpresa! SUCEDERÁ…
1 comentario:
Yo quiero montar una organización inteligente, sin ideologias,la verdadera inteligencia es la creativa,capaz de crear lo que sueña, por esta razón desde los últimos filosofos creativos que al menos pudieron dejarnos sus manuales para retomar el camino. El hombre mental anula lo más váliso del emocional, lo imposibilita para realizar sus sueños, le roba la ilusión y lo adormece en la desesperanza del desencanto.
Todos los iguales del mundo nos acabamos encontrando y mi org.será formada por los ideales de los inteligentes que no se doblegan ni se adaptan a una vida injusta porque intuimos o sabemos que no nos pertenece.
Estar triste, es no tener motivos para estar alegre. Es pásajer.
Sentirse triste es no sentirse comprendido, valorado y aceptado
Si no llegamos rápido a entenderlos
El vacio y la soledad acaban resintiendonos y el resentimiento es la puerta grande que se abre a la amargura, la soberbia y la envidia.
Estemos tristes pero por poco tienpo.
Pero núnca sintamos tristezamientras estemos vivos y tengamos cosas que cambiar.
Me gustaria conocerte
Los iguales se acabaran encontrando.
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